“Si no tienes un Appel, no eres nadie….” – así me lo
expresa Gemma, con humor y de broma, al entrar en mi restaurante favorito con
mi Lenovo de baratija de Media Markt para sentarme en la hermosa barra en la
que ya hay un par de currantes (o eso me parecen) con sus manzanitas brillantes
en las tapas de sus portátiles…, y se supone que hago el ridículo…
Pero el mundo se mueve así, por los prejuicios propios y los
de los demás. Y en el fondo el prejuicio es solo mío, porque, si me fijo, nadie
me cuestiona (y si lo hace, es consciente de ello y disimula de maravilla).
Total, si para lo que quiero me basta mi baratija…, ¿no soy yo el que tiene
prejuicios y me siento inferior?
En estas situaciones es inevitable que nos veamos invadidos
por varias emociones y sensaciones, la mayoría contradictorias y estúpidas. Sin
darle muchas vueltas, a esto le llamamos el “darse cuenta”. Pero…, ¿de qué
debemos darnos cuenta? Pues es muy sencillo: de lo obvio. No, de eso que
piensas ahora, no... ¡Más obvio aún!
Hace unos días, con un cliente y aprovechando un tema sobre
viajes en verano, le puse en tela de juicio una pregunta: ¿Por qué haces fotos?
Evidentemente se quedó pensando y, tras unos segundos de intensa actividad
neuronal, se explayó en justificaciones. Tras unas cuantas frases, a mi parecer bastante vacías, sobre “conservar la belleza” y “mantener recuerdos”, le
pregunté ¿pero…, te miras las fotos con frecuencia? Y tuvo que confesar que no
(como yo me respondí a mí mismo en su momento). Ahí están, guardadas en el PC,
(igual que las mías).
Y es que la mayoría de las veces no disfrutamos de un viaje
al 100% porque la mitad del tiempo nos la pasamos mirando el mundo a través de
la mirilla o la pantalla LCD.
Volvamos a lo obvio: ¿para quién viajas? ¿por qué haces
tantas fotos? ¿quién tiene que ver esas fotos? ¿familiares y amigos para que
sufran de envidia? ¿por qué sí, porque es lo que se espera de ti? ¿porque si
no haces fotos es que, quizás, no piensas en eres capaz de compartir tu
experiencia? ¿y luego las subes al Facebook para compartirlas y regodearte
(tómalo literalmente) ante los que han publicado las suyas, mejores o peores…,
pero que en ningún caso quieres quedarte atrás? Estas son preguntas que te
costará responder con total honestidad, lo sé. Porque la honestidad más
auténtica no está de moda.
Algunos hacen fotos porque son fotógrafos profesionales o
aficionados. Quedan perdonados. ¿Pero y el resto, los que no somos ni aficionados
ni profesionales? No me voy a extender más con esta “obviedad”. No se trata más
que de un ejemplo del darse cuenta, que puede incluso llegar más allá: ¿por qué
nos vamos de viaje, además de cámara en ristre?
No pretendo dar una respuesta, pues cada uno tiene la suya.
La finalidad es el darse cuenta. Volviendo a mi caso: ¿por qué voy a comer al
restaurante donde hay tanto Appel? ¿Por qué me regalo por Navidad una Canon EOS
superchula?. Y, de nuevo, no se trata de darme una respuesta inmediata, (que
llegará). Se trata de poner en tela de juicio ciertas cosas que, por tan obvias
que parecen, no parecen merecer ponerlas en tela de juicio. Y cuando lo
hacemos, o conseguimos hacerlo, tampoco es para “cambiar” forzosamente un
hábito.
Todo empieza por aceptarlo, darnos cuenta de lo que hacemos
y por qué lo hacemos. Con solo saber que igual la motivación es distinta a la
que dábamos por supuesta es suficiente. Nuestra mente asumirá esa realidad y
cambiará poco a poco por sí sola. Seguiremos haciendo 1000 fotos, pero sabremos
por qué…, y hasta puede ser más divertido…, y nos limitamos a solo 500.
Y así, con estos pequeños cambios de percepción, vamos
cambiando también nuestra actitud. El carácter no cambia, pero podemos cambiar
nuestra actitud ante el carácter. El objetivo, a fin y al cabo, es estar el
máximo tiempo posible en el bienestar. Algo más que antes, al menos. En el caso
de la fotografía es posible que ni nos demos cuenta de nuestro “malestar” al
dedicar el 50% de nuestro tiempo a mirar el mundo tras una mirilla o una pantalla
de LDC. En el caso de mi restaurante, ya lo pensaré, pero ya soy consciente de cuáles son mis necesidades al ir allí.
Si es o no malestar, y en qué medida, lo descubriremos
cuando abramos nuestra mente a estas “preguntas obvias”, que obtienen su Oscar
de Hollywood cuando las valoramos con todo el escepticismo que nuestra
conciencia habitual pretende siempre evitar.
Las mil y una fotos durante un viaje las hacemos durante el
camino hacia un destino. El destino está en el futuro y el camino es el aquí y
el ahora. ¿Vamos realmente a sacrificar el camino en aras de un destino
incierto? Piensa…: ¿Cuál es el destino de tanta fotografía? ¿Disfrutas de tus
vacaciones cargado con 5 kg de material fotográfico? ¿Tienes que hacer fotos, o quieres hacer fotos? ¿Sí? ¿Seguro? Entonces
enhorabuena, es lo que querías y lo has conseguido. ¿Que te das cuenta de que
no? Pues piensa en ello. Es tu vida, tu camino, son tus vacaciones, tus vistas,
tu gozada y tu disfrute. No pasa nada por conservar un recuerdo…, pero de ahí a
sentirnos “responsables” de hacer un documental tipo National Geografic hay un
tramo que, pensándolo bien, no tienes por qué recorrer.
PD: Se Me ha ido un poco la olla. Los Apple del restaurante y las fotos de
viajes no casan mucho. Pero es que cuando dejo volar las musas, éstas hacen lo que
quieren y procuro no intervenir mucho, que luego me doy cuenta de que me arrepiento.
Pero me doy perfecta cuenta de mi divagación. Solo la quería compartir con
vosotros, con todos sus defectos.