viernes, 13 de enero de 2017

Darnos cuenta de lo obvio, no siempre es fácil


“Si no tienes un Appel, no eres nadie….” ­– así me lo expresa Gemma, con humor y de broma, al entrar en mi restaurante favorito con mi Lenovo de baratija de Media Markt para sentarme en la hermosa barra en la que ya hay un par de currantes (o eso me parecen) con sus manzanitas brillantes en las tapas de sus portátiles…, y se supone que hago el ridículo…
Pero el mundo se mueve así, por los prejuicios propios y los de los demás. Y en el fondo el prejuicio es solo mío, porque, si me fijo, nadie me cuestiona (y si lo hace, es consciente de ello y disimula de maravilla). Total, si para lo que quiero me basta mi baratija…, ¿no soy yo el que tiene prejuicios y me siento inferior?
En estas situaciones es inevitable que nos veamos invadidos por varias emociones y sensaciones, la mayoría contradictorias y estúpidas. Sin darle muchas vueltas, a esto le llamamos el “darse cuenta”. Pero…, ¿de qué debemos darnos cuenta? Pues es muy sencillo: de lo obvio. No, de eso que piensas ahora, no... ¡Más obvio aún!
Hace unos días, con un cliente y aprovechando un tema sobre viajes en verano, le puse en tela de juicio una pregunta: ¿Por qué haces fotos? Evidentemente se quedó pensando y, tras unos segundos de intensa actividad neuronal, se explayó en justificaciones. Tras unas cuantas frases, a mi parecer bastante vacías, sobre “conservar la belleza” y “mantener recuerdos”, le pregunté ¿pero…, te miras las fotos con frecuencia? Y tuvo que confesar que no (como yo me respondí a mí mismo en su momento). Ahí están, guardadas en el PC, (igual que las mías).
Y es que la mayoría de las veces no disfrutamos de un viaje al 100% porque la mitad del tiempo nos la pasamos mirando el mundo a través de la mirilla o la pantalla LCD.
Volvamos a lo obvio: ¿para quién viajas? ¿por qué haces tantas fotos? ¿quién tiene que ver esas fotos? ¿familiares y amigos para que sufran de envidia? ¿por qué sí, porque es lo que se espera de ti? ¿porque si no haces fotos es que, quizás, no piensas en eres capaz de compartir tu experiencia? ¿y luego las subes al Facebook para compartirlas y regodearte (tómalo literalmente) ante los que han publicado las suyas, mejores o peores…, pero que en ningún caso quieres quedarte atrás? Estas son preguntas que te costará responder con total honestidad, lo sé. Porque la honestidad más auténtica no está de moda.
Algunos hacen fotos porque son fotógrafos profesionales o aficionados. Quedan perdonados. ¿Pero y el resto, los que no somos ni aficionados ni profesionales? No me voy a extender más con esta “obviedad”. No se trata más que de un ejemplo del darse cuenta, que puede incluso llegar más allá: ¿por qué nos vamos de viaje, además de cámara en ristre?
No pretendo dar una respuesta, pues cada uno tiene la suya. La finalidad es el darse cuenta. Volviendo a mi caso: ¿por qué voy a comer al restaurante donde hay tanto Appel? ¿Por qué me regalo por Navidad una Canon EOS superchula?. Y, de nuevo, no se trata de darme una respuesta inmediata, (que llegará). Se trata de poner en tela de juicio ciertas cosas que, por tan obvias que parecen, no parecen merecer ponerlas en tela de juicio. Y cuando lo hacemos, o conseguimos hacerlo, tampoco es para “cambiar” forzosamente un hábito.
Todo empieza por aceptarlo, darnos cuenta de lo que hacemos y por qué lo hacemos. Con solo saber que igual la motivación es distinta a la que dábamos por supuesta es suficiente. Nuestra mente asumirá esa realidad y cambiará poco a poco por sí sola. Seguiremos haciendo 1000 fotos, pero sabremos por qué…, y hasta puede ser más divertido…, y nos limitamos a solo 500.
Y así, con estos pequeños cambios de percepción, vamos cambiando también nuestra actitud. El carácter no cambia, pero podemos cambiar nuestra actitud ante el carácter. El objetivo, a fin y al cabo, es estar el máximo tiempo posible en el bienestar. Algo más que antes, al menos. En el caso de la fotografía es posible que ni nos demos cuenta de nuestro “malestar” al dedicar el 50% de nuestro tiempo a mirar el mundo tras una mirilla o una pantalla de LDC. En el caso de mi restaurante, ya lo pensaré, pero ya soy consciente de cuáles son mis necesidades al ir allí.
Si es o no malestar, y en qué medida, lo descubriremos cuando abramos nuestra mente a estas “preguntas obvias”, que obtienen su Oscar de Hollywood cuando las valoramos con todo el escepticismo que nuestra conciencia habitual pretende siempre evitar.
Las mil y una fotos durante un viaje las hacemos durante el camino hacia un destino. El destino está en el futuro y el camino es el aquí y el ahora. ¿Vamos realmente a sacrificar el camino en aras de un destino incierto? Piensa…: ¿Cuál es el destino de tanta fotografía? ¿Disfrutas de tus vacaciones cargado con 5 kg de material fotográfico? ¿Tienes que hacer fotos, o quieres hacer fotos? ¿Sí? ¿Seguro? Entonces enhorabuena, es lo que querías y lo has conseguido. ¿Que te das cuenta de que no? Pues piensa en ello. Es tu vida, tu camino, son tus vacaciones, tus vistas, tu gozada y tu disfrute. No pasa nada por conservar un recuerdo…, pero de ahí a sentirnos “responsables” de hacer un documental tipo National Geografic hay un tramo que, pensándolo bien, no tienes por qué recorrer.

PD: Se Me ha ido un poco la olla. Los Apple del restaurante y las fotos de viajes no casan mucho. Pero es que cuando dejo volar las musas, éstas hacen lo que quieren y procuro no intervenir mucho, que luego me doy cuenta de que me arrepiento. Pero me doy perfecta cuenta de mi divagación. Solo la quería compartir con vosotros, con todos sus defectos.

sábado, 30 de agosto de 2014

Terapia Grupal basada en Sueños

La Terapia Gestalt estaba pensada, inicialmente, como terapia individual. Los inicios como terapia grupal se deben al entorno de formación. En la Gestalt, los terapeutas en formación tienen que vivenciar un proceso terapéutico como clientes/pacientes, y en este entorno nació lo que se conoce como “terapia individual en grupo”. En ella se realiza una terapia individual ante un grupo de personas, a efectos de demostración. Los asistentes del grupo “acompañan” la terapia individual realizada en su presencia; son observadores que apoyan y comentan el proceso con sus propios procesos de formación y sus propias emociones. Con las preguntas y la participación de los asistentes al final de la terapia, no es raro que surjan nuevos casos para tratar con este sistema, ya que está demostrado que el proceso de un individuo repercute y “mueve cosas” en los demás.
Dado el carácter holístico de la Gestalt, en la que se toma en consideración el entorno del paciente, la terapia grupal establece un marco de comunidad. En el grupo podemos descubrir también cómo nos movemos en sociedad y es fiel reflejo de nuestra realidad fuera de la terapia.
En una terapia grupal surgen conflictos, hay empatía, los temas nos resuenan. Podemos sentirnos movidos, tristes, acompañantes…, o al contrario, desafiantes, enfadados… Considerando que gran parte de nuestras actuaciones en sociedad son proyecciones de nuestras propias carencias y necesidades, en la terapia grupal se evidencian y es un entorno perfecto para “sanar” aquellas partes nuestras que nos obstaculizan la buena relación con el ambiente. La propia capacidad de contacto con el exterior se refleja en el grupo, y se genera una energía especial con situaciones que nos desvelan partes nuestras desconocidas y que podemos luego profundizar en terapia individual.
La terapia grupal basada en el trabajo en sueños se fundamenta en este principio: trabajamos en grupo con las emociones que surgen en uno u otro participante, vemos los ecos que generan en los demás, trabajamos los sueños como puerta al inconsciente.
Los sueños son una metáfora elaborada por nuestro inconsciente sobre la situación en la que nos encontramos en este momento. Sin embargo, el inconsciente no sabe lo que es el tiempo. Situaciones de la infancia, irresueltas, son situaciones actuales para el inconsciente. La Gestalt considera que estas situaciones irresueltas son una “cinrcunstancia inconclusa” que debe cerrarse. Si en el proceso terapéutico logramos darnos cuenta y asumir el origen de nuestro problema como una causa ajena a nosotros, habremos dado el primer paso para “cerrar” esa Gestalt inconclusa, que entonces el inconsciente dará por finalizada y dejará de “torturarnos”, por así decirlo, en nuestra vida diaria.
Con el trabajo con sueños, la terapia grupal obtiene un enfoque también más atractivo, por la profundidad que podemos alcanzar con los obstáculos que nos impiden llevar una vida feliz.

En la terapia grupal nadie está obligado a nada. Todo depende del nivel de compromiso de cada participante. Como terapeuta, acompaño al grupo facilitando la interacción y guiando hacia el “darse cuenta” sobre cómo nos movemos por el mundo. Y es el grupo mismo quien se autogestiona.

viernes, 1 de agosto de 2014

Nuestras proyecciones

En mayo escribía un artículo sobre “El Presente” y al final anunciaba que la próxima entrada iría sobre las proyecciones. Se me ha colado una entrada adicional, pero ahora cumpliré lo prometido.

Veamos la etimología: del latín prōiectiō, prōiectiōnis, sustantivo derivado de prōiciō, prōicere ("arrojar"), compuesto de prō ("por, para, hacia adelante") y el verbo iaciō, iacere ("lanzar").

Cuando se proyecta una película se lanza desde el objetivo hasta la pantalla. Los proyectiles son lanzados, etc. En la psicología, la proyección es el lanzamiento de algo nuestro hacia otras personas. Pero en este caso, la proyección puede limitarse a una simple negación de un determinado objeto, al que le atribuimos entonces otras cualidades. El objeto es recubierto de algo propio (una interpretación, una alucinación o una fantasía, por ejemplo). Y normalmente se trata de objetos que rechazamos de nosotros mismos.


La proyección es un mecanismo de defensa a través del cual el individuo se enfrenta a conflictos emocionales y amenazas de origen interno o externo, atribuyendo incorrectamente a los demás sentimientos, impulsos o pensamientos propios, que le resultan inaceptables o que le generan negación. Consiste en proyectar cualidades, deseos o sentimientos que producen ansiedad fuera de sí mismo, dirigiéndolos hacia algo o alguien a quien se los atribuyen totalmente. Es una interrupción del contacto con el auténtico ser de la otra persona. Nos podemos sentir rabiosos, pero si tenemos introyectado que no se debe estar rabioso, consideramos que es el otro quien lo está (aunque no lo esté ni de lejos). Así es como podemos llegar a considerar un ataque contra nuestra dignidad el que simplemente nos den los buenos días, como si lo dijeran adrede para molestarnos, sólo porque nos hemos levantado con el pie izquierdo y no es precisamente un buen día para nosotros.


Esta interrupción del contacto auténtico se debe a que entre en yo auténtico y la otra persona se interpone nuestra máscara, nuestro yo construido a base de mecanismos de defensa desde la más tierna infancia. Descubrir nuestras proyecciones puede resultar molesto, si no ya doloroso, pues nos confronta con esa máscara social que llevamos cada día puesta y que impide que nos reconozcamos en nuestra más profunda esencia. 

El “proyector” es una persona que no puede aceptar  sus sentimientos y acciones, porque considera que no puede sentir o actuar de esa forma. Ese “no debería” no es más que un introyecto, una creencia adquirida. Otro ejemplo: cuando sospechamos sin más que una persona está enfadada con nosotros, que nos rechaza o que intenta hacernos daño, lo más probable es que seamos nosotros los que nos sintamos así ante esa persona, sin poder aceptarlo. Devolverle sus proyecciones al paciente es uno de los pilares de la terapia. Cuando el paciente se queja de que su padre no quiere hablar con él, puede bastar con plantearle el dilema de si no será él quien no quiere hablar con su padre. Es muy probable que se dé cuenta de su implicación en ese distanciamiento con su padre.

Si nos fijamos un poco, veremos que estamos rodeados de proyecciones. Que un mensaje nunca llega limpio al oído del receptor, sino que éste lo filtra según sus expectativas y sentimientos. Por ello, un simple “buenos días” puede resultarnos tanto un amistoso saludo como un sarcasmo maltintencionado…, según nuestro estado de ánimo.





lunes, 7 de julio de 2014

Ser o no ser

¿Somos realmente auténticos? ¿Somos nosotros mismos o somos lo que los demás esperan que seamos? Unas pinceladas en ligero tono de humor para remover un poco nuestro autoconcepto.

Esta simple foto que encontré hoy en facebook me ha inspirado para volver a afilar neuronas y volcar aquí algunas ideas sobre quiénes somos, quienes creemos ser y quienes creemos que los demás esperan que seamos. Suena a trabalenguas, pero es así. 
Hoy apenas somos auténticamente nosotros. La gran mayoría de las personas se mueven por el mundo siendo lo que los demás esperan que seamos.
Nuestros mismos padres para empezar, pasando luego por nuestros profesores, nuestras amistades, nuestras parejas, nuestros jefes y colegas de trabajo… y a grandes rasgos nuestra sociedad. Una sociedad que nos “obliga” a tener una casa chula, un coche guays, ropa de marca, que pagamos a duras penas con un trabajo que en la mayoría de los casos ni nos gusta ni nos apetece, y que nos quita a veces tanto tiempo que no nos queda nada para disfrutar de esa casa, de ese coche ni de esa ropa.
Y ya me resuena de nuevo la famosa oración gestáltica de Fritz Perls: “Yo no estoy aquí para cumplir tus expectativas, ni tú estás aquí para cumplir las mías… amén”.
Nos buscamos una pareja que se acomode a lo conocido con papá y mamá, o a lo que espera determinada clase social. Nos esforzamos es conseguir la parejita y al final acabamos con cuatro hijos varones o cinco chicas para desesperación de los abuelos. Votamos lo que nos dice la tele que votemos, nos desodorizamos con AXE (y levantamos el brazo al pasar junto a la secretaria de recepción), amamos la carretera (es decir, la mirada de los demás) cuando nos desplazamos en BMW, y planchamos con esmero el cocodrilito del polo antes de salir de copas con los amigos… no vaya a ser que se note que es recortado del polo que te regalaron los suegros hace 10 años. Es decir: cumplir expectativas que, en el fondo, no son nuestras.
Pues sí, miramos nuestra sombra y la imaginación nos lleva hacia donde no estamos.  Nos induce a pensar que somos quienes no somos y nos obliga a esconder la angustia que comporta vivir la vida de nuestra sombra.
Y lo mejor (o peor) de todo es que, en el fondo, aquellos que ven más allá del lagarto y el BMW nos ven tal y como somos.

Iniciar un camino de autenticidad es iniciar nuestro propio camino, que no tiene por qué ser, ni suele ser, el camino marcado por la tele, la suegra, los padres o los compis.
Caminar por nuestro propio camino requiere valentía, pues es posible que durante un buen trecho caminemos solos. Pero solos no significa solitarios ni en soledad, pues en este camino conoceremos a una de las personas más importantes y más olvidadas de nuestra vida: nos conoceremos a nosotros mismos.

Desde allí es como nos relacionamos sin expectativas, sin prejuicios. Cuando nos valoramos y nos respetamos aprendemos a valorar y a respetar a los demás. Y es desde allí, desde ese respeto propio y mutuo, que el terapeuta acompaña a los que deciden buscarse a sí mismos y emprender el camino de la autenticidad. Cuando se cambia la forma de pensar cambiamos nuestras emociones, con ellas cambiamos entonces nuestra actitud; con una nueva actitud cambiamos nuestra vida y, con ella, nuestro destino.

lunes, 12 de mayo de 2014

El Presente

El Presente, del latín praesens, estar presente (prae-, ante(s) + esse, ser/estar).
Parece simple y comprensible, pero como lingüista germanófilo indago un poco más y me llama mucho la atención el hecho de que el término en alemán “Gegenwart” procede de la raíz “gegen” (contra) y del verbo “werden” (pasar a, convertirse en). Originalmente en alemán significaba la presencia inmediata del enemigo y la confrontación con él.
Y me pregunto si no es acertado de por sí considerar que el presente, aunque nuestro término provenga del latín, también significa una “confrontación con lo que se nos pone delante”, según la etimología germánica.
Con Sigmund Freud, la psicoterapia tenía una clara orientación hacia el pasado: era importante descubrir las causas de nuestras neuras, ubicadas más que probablemente en nuestra más tierna infancia. Alfred Adler, por el contrario, se centraba en el futuro, considerando que allí es donde la terapia nos lleva, donde tendremos que apañarnos con nuestra vida.
La Terapia Gestalt se opone en cierta manera a ambos al establecer el lema del “Aquí y ahora”. Pues el presente (donde nos “confrontamos con lo que tenemos delante”) es el único momento, el único punto, en el que se pueden tomar decisiones. El ser humano sólo tiene influencia en su vida en el instante en que vive, en el presente. Muchas personas se aferran al pasado con un “qué bien vivíamos antes” y con un “si entonces hubiera pasado esto o lo otro ahora las cosas serían diferentes”. Con ello sólo nos hacemos “incapaces” de dominar el presente. Lo damos por hecho, sentenciado y enterrado.
Y también aquellos que ponen su mirada en el futuro evitan actuar en el momento del ahora. “Algún día todo me irá mejor”, “Cuando consiga esto todo irá bien”, “Cuando encuentre mi media naranja seré feliz”,…
Sólo quien es plenamente consciente de lo que sucede a su alrededor y de lo que le sucede dentro de sí mismo dispone de la información necesaria para marcar el rumbo de sus pasos siguientes. No obstante, el pasado es importante en la medida en que lo recordamos hoy. Si el pasado nos molesta hoy es porque tenemos “gestalts inconclusas” (temas sin cerrar) en el presente. Por ejemplo en una situación de duelo: no es el suceso que pasó lo que importa en la Gestalt, sino el hecho de que ese duelo aún no ha podido cerrarse hoy. No nos importa tanto por qué estamos de duelo, sino cómo lo estamos viviendo hoy, aquí y ahora. Y el futuro también tiene su sentido mientras se mantenga relacionado con el presente. El futuro es el objetivo hacia el que orienta nuestra planificación actual. Como el futuro no existe aún, es totalmente incierto. Si basamos nuestras actividades en el presente sólo orientadas a un futuro incierto, estaremos expuestos a las expectativas positivas o negativas en las que no podemos ejercer influencia alguna.
El presente sólo existe ahora. Si lo negamos o ignoramos nos apartaremos de la calidad de vida que nos ofrece la realidad. Volviendo al tema del duelo: una persona puede elegir entre describir la tristeza de la muerte de su madre sin entrar en el tiempo. Es decir que hablará sobre sentimientos y emociones, ideas e intenciones…, de las esperanzas de que es consciente. Pero también podría elegir referirse al tiempo, diciendo lo triste que está aún por la muerte de su madre hace dos años, o porque teme que se morirá dentro de un par años. Los detalles de nuestra vida se enmarcan o en una dimensión temporal o en una dimensión espacial. Hay acontecimientos que suceden en el tiempo, pero de hecho no hay tiempo en sí. Sólo existe el ahora y es en este ahora en el que la terapia Gestalt actúa. Cómo vives esto ahora, que te mueve esto ahora. Sólo en el ahora, en el presente, podemos actuar y lograr un cambio en el “cómo”. No podemos cambiar el dolor sufrido por la muerte de una madre, por una separación, por la pérdida de un trabajo, como tampoco podemos prever el dolor de una frustración, de un objetivo deseado y no alcanzado, o de una expectativa de pareja en el futuro…, simplemente porque aún no existen. Pero sí podemos influir en nuestra actitud llegado el caso, si somos conscientes de lo que somos hoy, de dónde estamos, cómo nos movemos, cómo hablamos, cómo juzgamos a los demás…, y sobre todo cómo nos juzgamos a nosotros mismos (quizás la parte más importante de un proceso terapéutico).


Próxima entrada: Nuestras proyecciones.

domingo, 13 de abril de 2014

La frustración

“¡Caramba. Esto no es lo que yo había pedido!”
 “¡Ostras, se me ha quemado la pizza!”
“¡Vaya, ya no me quedan cervezas en la nevera y es domingo!”
"¡Ya no quedan habitaciones en el hotel al que queríamos ir!"
"¡He perdido el tren y me tengo que esperar al siguiente!"
"¡Con las ganas que tenía de pasear por la montaña y se pone a llover!"

Este tipo de frustraciones son el pan nuestro de cada día. Forman parte de nuestra vida. Son expectativas, futurizaciones que hemos elucubrado o planificado en nuestra mente y nos acompañan permanentemente.

Pero hay otras frustraciones de mayor peso que nos causan mucha angustia:
"¡He invertido todos mis ahorros en un negocio que no funciona!"
"Creía haberme casado con el hombre/la mujer de mis sueños y resulta ser el/la de mis pesadillas!",
Hay frustraciones, como las primeras que menciono, que no dependen tanto de nosotros. Pero las que sí dependen de nuestros proyectos, nuestras expectativas y nuestros deseos, no son más que la consecuencia de haber sobrepasado nuestros límites. Y al traspasarlos nos sobreviene la angustia. ¿Y qué es la angustia? La angustia es la brecha entre el ahora y el después. Es el bloqueo de la excitación de ese proyecto, que queda, así, estancada y puede llegar hasta a hacernos enfermar. Nos sobreviene porque habíamos puesto demasiada energía en un proyecto de futuro, confiando demasiado en que se cumplirían nuestras expectativas.
Cuando una frustración nos produce angustia, ésta aumentará si nos hundimos en la sensación de fracaso. Se multiplicará mientras no cambiemos la forma de considerar la situación: las cosas son lo que son…, ¿Qué puedo aprender de ello? ¿Qué actitud me resultará más útil? Se trata de re-conocer en el momento presente la necesidad que ha quedado insatisfecha, descubrir cómo hemos llegado a ese impasse y asumir la lección que podemos extraer de ello. Porque, en el fondo, lo pasado, pasado está, es inamovible e inalterable. Y el futuro no existe aún y dependerá de nuestra actitud ante dicha frustración, de cómo la asimilamos: quizás sea hora de re-pensarse cuáles son nuestros límites, a qué hemos dado preferencia y qué hemos dejado de lado. Sobre todo, qué tipo de energía le quiero poner a lo que viene ahora. ¿Me dejo arrastrar por la angustia y me quejo, me recluyo y me desespero? ¿O encaro la situación con serenidad pues hay lo que hay, tomo conciencia de todo lo positivo que me puede aportar y aprendo a no tropezar con la misma piedra?

Probablemente no te hayas preparado lo suficiente para ese nuevo proyecto, o has confiado demasiado en la suerte. Probablemente te emparejaste con unas expectativas que tu pareja no podía cumplir. 
Desfallecer y lamentarse no es, sin duda, la solución. 
Toda frustración marca un nuevo punto de inicio, una nueva bifurcación en nuestro camino por la vida; y aunque la vida sea corta y sólo haya una…. ¡por suerte es muy ancha!

martes, 1 de abril de 2014

El trabajo con sueños en la Gestalt


La interpretación de los sueños suena a quimeras alquímicas o a noctámbulos y alevosos programas televisivos de relleno a las tres de la madrugada, con adivinos, quirománticos y ectoplasmas publicitarios para los insomnes.

Sin embargo, en la terapia Gestalt se utilizan los sueños como fuente de información del inconsciente. Está científicamente demostrado que los sueños son un ejercicio de compensación de nuestra mente para procesar y reordenar la actividad cognitiva que hemos tenido durante la vigilia. Sin los sueños, la conciencia se embota. El descanso nocturno no sólo es necesario para reponer fuerzas físicas sino también psíquicas. ¿Y cómo se lleva a cabo esta compensación?

Mientras dormimos, nuestro “consciente” baja la guardia y nuestro inconsciente puede campar más a sus anchas. Por raro y sorprendente que nos parezca, nuestro inconsciente nos conoce mejor que nosotros a nosotros mismos. Toma imágenes almacenadas en los recuerdos, las mezcla con ideas abstractas, introduce algún elemento vivido justo la misma tarde antes, para “decorar”, y nos explica una historia complicada, inverosímil, a veces angustiante… y a veces terrorífica (las consabidas pesadillas). Y esta película que nos presenta el inconsciente es un mensaje cifrado, metafórico, que nos habla de nuestras necesidades, nuestros anhelos, nuestros miedos más profundos y nuestras neuras, más ancladas en nuestro organismo de lo que podíamos suponer.

En la terapia Gestalt no se “interpretan” los sueños, y menos con ayuda de libros en los que se establecen paralelismos entre símbolos y supuestos significados. En la Gestalt se trabaja con ellos como en una sesión terapéutica, se “traducen” acompañando al soñante en el descubrimiento de ese mensaje oculto a través de asociaciones, emociones, imágenes y sentimientos. Y tampoco se encasillan dentro de lo racional, pues está demostrado que hay sueños que pueden ser incluso premonitorios.

Aunque los símbolos que aparecen en los sueños (por ejemplo, un caballo blanco, o un río caudaloso) dependen mucho de la emoción que suscitan en el soñante, sí que existe una cierta relación con arquetipos ancestrales. Por ejemplo, se suele relacionar mucho el agua con las emociones. El caballo (o cualquier otro animal) con nuestra parte más instintiva, etc. No obstante, los terapeutas no sacamos conclusiones. Es el soñante que nota cómo se van relacionando estas imágenes oníricas con sus propias emociones.

Los terapeutas podemos, con cierto “entrenamiento”, autoanalizar nuestros propios sueños, aunque no hay nada como el acompañamiento terapéutico por parte de un experto, pues como cualquier mortal, también podemos “pasar por alto” determinados mensajes (y entrecomillo “pasar por alto” porque no es un despiste cualquiera, sino la conciencia que decide que eso… mejor lo dejamos de lado y vamos a por lo facilillo…).

Cuando recordamos un sueño consideramos que la conciencia “lo deja pasar” porque ya estamos preparados para descubrir, comprender e integrar su mensaje. Muchas veces nos despertamos y pensamos que no hemos soñado nada. Sí que hemos soñado, y varias veces durante la noche; sólo que al despertarnos se activa un filtro que borra esos mensajes, porque probablemente no estemos aún preparados para entenderlos.

Para trabajar un sueño hay que experimentarlo en presente y en primera persona, hay que escenificarlo parándonos en las distintas escenas por las que transcurre. Todo el contenido del sueño tiene su mensaje: las personas, los objetos, las formas, las voces,… todos son proyecciones nuestras que, de forma encubierta, nos envían un mensaje. A medida que vamos entrando en el sueño analizamos la estructura de las distintas escenas (suelen ser tres) que dividimos cada una en los capítulos de localización, intriga y desenlace. Podemos centrarnos en un solo objeto o una sola persona, o trabajar lentamente varias situaciones del sueño. Y con sólo ver lo que se anota en esta tabla de tres escenas por tres capítulos ya nos comienza a dar una pista importante sobre el mensaje oculto.

A medida que revivimos el sueño con los ojos cerrados y experimentándolo en el presente, vamos percibiendo las emociones que nos provocan, vamos estableciendo relaciones y, bien guiados, podemos alcanzar algún punto nuclear de nuestra, así llamada, “neura”. 

Los trabajos con sueños son una herramienta muy eficaz para complementar una terapia. Nos abren nuevas posibilidades y nos desvelan rincones del inconsciente que nos avisan sobre temas pendientes. La creatividad oculta del inconsciente humano es, sin lugar a dudas, mucho más sorprendente de lo que conscientemente podamos creer.